En Camboya puedes alojarte por cuatro duros y comer por mucho menos. ¿No crees que ha llegado la hora de darle la oportunidad a algo más que a los templos de Angkor?

En Camboya puedes alojarte por cuatro duros y comer por mucho menos. ¿No crees que ha llegado la hora de darle la oportunidad a algo más que a los templos de Angkor?
En general, hay muy poca gente vieja en el país y ésta es una de las primeras cosas que llaman la atención al llegar. La mayor parte de la población son niños y jóvenes.
Becky es un poco rusa, un poco israelí, un poco canadiense y, ahora, también un mucho birmana. A sus 22 años, lo mismo te habla de política, que de economía, de relaciones humanas o de cocina.
La capital de Camboya, con su millón y medio de habitantes, es una ciudad vibrante, viva, rebosante de energía y juventud, con oferta de todo tipo y para todos los gustos.
No puedes pensar en estas ciudades sin que venga automáticamente a tu recuerdo un delicioso olor a pimienta y el sabor a cangrejo fresco.
¿Quién dijo que Camboya no tiene buenas playas? Hay que moverse para encontrarlas pero, si lo haces, puedes llegar al auténtico paraíso.
El edificio religioso más grande del mundo es verdaderamente algo muy grande. Es algo que te sobrecoge y que, cuando te das cuenta, te ha engullido.
Hay días que, sin pensarlo, salen redondos, y esos han sido los días en Kratie, a quien prometes que volverás para devolverle tanto como te ha dado.
La herencia francesa de Laos me salió cara. Pasteles que quitaban el sentío y bocadillos de todo tipo en pan de baguette, hicieron que me fuese más difícil de lo esperado controlar el gasto.
Hay muchas similitudes entre todos los países del sudeste asiático, por lo que hay cosas a las que acabas acostumbrándote. Aun así, hay unas cuantas que siguen siendo dignas de mención.