Quince minutos en Hsipaw

21 Ene 2016

Escrito por

Marta

Una cosa que tienes que tener clara cuando vayas a Myanmar es que no te puedes fiar de las estimaciones de tiempo o espacio de los birmanos. Antes ya lo habías intuido, pero aprendes definitivamente la lección en el pequeño pueblo de Hsipaw, en una zona montañosa al noreste del país.

La llegada a este sitio ya comenzó saltándose a la torera los tiempos estimados, por el descarrilamiento del tren en el que venías desde Mandalay. Bueno, es un imprevisto que nadie podía imaginar, así que cuando llegas a las tantas de la noche al hotel, que por cierto te sorprende lo bien y limpio que está, te acuestas rápidamente para aprovechar el día siguiente al máximo. Te han dicho que hay unas cascadas preciosas y algunas cosas más en los alrededores que merece la pena explorar.

Hsipaw, Birmania

Te levantas a la mañana siguiente con todo el pequeño pueblo envuelto por la niebla, pero la sensación es buena. Se agradece un poco de fresco después de varios meses de sofocante calor. Hsipaw se despereza lentamente, las tiendas tardan en abrir, y el barecillo en el que pensabas pedir un crep para desayunar resulta que no prepara creps por la mañana, así que te conformas con un té y un dumpling. Aquí todo transcurre a cámara lenta… Un minuto en la vida real equivale a quince minutos en la dimensión Hsipaw. Casi literalmente.

Desayuno en Hsipaw, Birmania

Una de las actividades para el día era llegar a las cascadas en las afueras del pueblo que, según el amable personal del hotel, sólo están a 15 minutos andando. Bah, para eso no vas a alquilar una bici, vas a patita y así te puedes parar más.

Por el camino hacia la salida de Hsipaw ya ha empezado a llover mientras te has parado a ver un par de templos, un Buda gigante (otro) y has saludado y jugado con no sabes cuántos niños a la puerta de un cole. Te plantas tu hermosa capa impermeable y sigues adelante, total, ¿qué son 15 minutos bajo la lluvia para ti?

Mini Bagán, Hsipaw, Birmania

El problema comienza cuando ya ha pasado más del cuarto de hora desde que abandonaste el pueblo y sigues sin estar demasiado segura de estar en el camino correcto. Las cascadas, según los últimos campesinos a los que has preguntado, están a más de una hora. Y sigue lloviendo.

Trekking en Hsipaw, Birmania

A lo lejos lejísimos, tras unos enooooormes campos de arroz, divisas un salto de agua que tiene toda la pinta de ser la famosa cascada. ¡Pero eso no está a 15 minutos ni en bicicleta siquiera! Como no te queda otra, te armas de paciencia y sigues caminando, aunque tienes que reconocer que tras meterte en fango un par de veces hasta la altura de la rodilla pensaste en abandonar. Las botas van recogiendo todo el barro que pueden, así que cada vez pesan más, y ya estás tan empapada que ni siquiera usas los precarios puentecitos para atravesar los riachuelos que encuentras, sino que te metes directamente en el agua.

Trekking en Hsipaw, Birmania

Por el camino pasas por una cabaña de bambú con música típica birmana a todo volumen, por otra un poco más grande donde sus habitantes siguen con sus tareas cotidianas, sin importarles el diluvio que está cayendo, y te cruzas con algún respetable búfalo de agua que parece sacado de un portal de Belén.

Búfalo de agua en Hsipaw, Birmania

Cascada en Hsipaw, Birmania Después de más de una hora y media caminando por fin llegas al salto de agua, a cuyos pies normalmente te hubieses dado un chapuzón, pero como hoy no está el día para muchos baños, te vas de regreso a Hsipaw tras hacer un par de fotos. El camino a la vuelta está aún más enfangado y echas un buen rato en llegar de nuevo al pueblo. Esta vez te paras a curiosear en un cementerio chino que te pilla de camino y a comprar una versión birmana de un donut, relleno de coco.

Los últimos metros hasta la entrada del pueblo, sin haberlo pedido, te recoge una moto que te deja pensando una vez más en lo amable que es todo el mundo aquí y te vas con esto en la cabeza a buscar algo para almorzar. Como sigue lloviendo a cántaros, tampoco te paras a buscar demasiado pero, o bien la fortuna está de tu parte y has dado con la familia más agradable de todo Hsipaw o, bien ni siquiera haga falta la suerte porque, sencillamente, aquí todo el mundo es igual de simpático. El caso es que todos acaban sentados a la mesa contigo, bromeando, riendo y haciéndose entender como pueden a pesar del poco inglés que hablan. Así da gusto que siga lloviendo y que tengas que esperar a que escampe para salir de nuevo.

Los días siguientes haces otro trekking más, esta vez con guía, atravesando poblados de diferentes etnias y pasando la noche en casa de una familia en la encantadora aldeíta de Pankam. Por el camino disfrutas de vistas increíbles, de verdes chillones en los campos de arroz como no podías imaginar que existían y de las risas y los saludos incansables de toooodos los niños que encuentras a tu paso.

Niño birmano. Hsipaw, Myanmar

Cuando regresas a Hsipaw, agotada por la caminata, vuelves a sentir lo especial de este pueblo, donde todo pasa despacio, donde no hay prisa por nada y de donde tienes que irte a tu siguiente destino, nuevamente sin poder probar los creps del bar de enfrente de tu hotel porque por la tarde sí preparan creps, pero no son suficientes los quince minutos que tienes hasta que llegue tu autobús.

 

Nota: ¡Obsérvese, en la parte derecha de la cuarta foto, dónde quedaban las cascadas!

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