Es por gente como Ahmad que Couchsurfing tiene sentido. Couchsurfing, para quien aún no lo sepa, es una red de acogida entre viajeros. Cuando te mueves por el mundo, te quedas en casa de gente local, la mayoría de las veces encantadora, que te ofrece su hospitalidad y mucho más. Mientras estás en casa, eres tú el que acoge viajeros y sueñas a través de ellos en los periodos en los que no te puedes permitir salir fuera. La única regla es que no puedes cobrar por ello.
Yo, de momento, sólo he probado la segunda de las opciones, la de acoger viajeros en casa, y puedo decir que la experiencia ha superado con creces las expectativas. A partir de la semana que viene comenzaré a saborear también la otra cara de la moneda… 🙂
Pues bien, Ahmad fue uno de mis invitados en casa y creo que, hasta el momento, al que he esperado con más ilusión. Recibí su solicitud, alegre y muy educada, dos meses antes de su llegada. Y mi respuesta no se hizo esperar más de diez minutos: «Ahmad, eres bienvenido en mi casa«.

Foto: Ahmad Irani
Ahmad es de Irán. Y esa fue mi motivación principal para acogerlo. Sabemos poco y malo de Irán, pero seguro que detrás de lo que nos cuentan los medios hay una realidad muy diferente. Y yo quería descubrirlo de primera mano. Así que, mientras que no se tercie un viaje a la antigua Persia, Couchsurfing hace las veces de avión y guía sin moverte de casa.
Ahmad es pequeño, con una enorme sonrisa y un corazón que no le cabe en el pecho. De esa gente que se ve que es buena. No sabes por qué, pero lo sientes. Amable, educado, simpático, generoso…

Foto: Ahmad Irani
Aparte de charlas hasta la madrugada sobre todos los temas habidos y por haber, paseos por el centro de Sevilla, cervecitas y una cena «casi-iraní», lo mejor ha venido después, una vez que Ahmad se ha marchado. Es ahora un buen amigo, al que siento más cerca que muchos que viven en Sevilla y a quien sé que volveré a ver tarde o temprano. Y aún mejor si cabe, Ahmad me ha dado la posibilidad de comenzar a cambiar mis esquemas mentales tan establecidos, de hacer tabula rasa con las realidades que conozco y de intentar amueblar de nuevo la cabeza tras acercarme a situaciones y puntos de vista tan diferentes.
Y de paso, das con un palmo de narices a todo el que te dijo «¿¿pero vas a meter a un iraní en tu casa sin conocerlo??». Pues sí…
Qué bueno. Genial
Muchas gracias Mariam. Ya ves, a veces lo único que necesitamos es dar una pequeña oportunidad a las personas, a las cosas, para darnos cuenta de que tenemos muchos conceptos equivocados y muchas estructuras mentales que cambiar.
Un abrazo.