Así me animé a empezar a viajar sola
Dar el paso de empezar a viajar en solitario no es fácil y si eres mujer, seguramente menos aun. El primer viaje sola da miedo, inseguridad. Pero también suele convertirse en una experiencia maravillosa que te abre la puerta a un nuevo mundo. En realidad, te abre la puerta a todo el mundo. ¿Quieres saber cómo fue mi primera vez?

Cada vez, sin falta, cada vez que digo que viajo sola, alguien suelta la pregunta “¿Y no te da miedo, no es peligroso que una mujer viaje sola?”. Y mi respuesta siempre es la misma: “No es más peligroso que vivir sola en mi ciudad y no solo no me da miedo, sino que me encanta”.
Empecé a viajar sola más por necesidad que por cualquier otro motivo. Un verano, de repente, me quedé sin compañía para las vacaciones y viendo cómo desperdiciaba los días en casa pasando calor decidí armar la mochila e irme a hacer el Camino de Santiago, que era lo único que en ese momento me daba menos miedo, lo único que me planteaba como primer viaje sola. Fue una decisión inmediata, de un día para otro, sin darme tiempo a echarme atrás. Lo pensé un martes por la noche y el miércoles por la mañana estaba montada en el coche, rumbo a Ponferrada, dispuesta a cruzarme España entera.

El Camino de Santiago, que era lo único que en ese momento me daba menos miedo, lo único que me planteaba como primer viaje sola.
A la mañana siguiente comenzó la aventura. No fue siempre como la seda y hasta estuve a punto de abandonar en una de las etapas. Pero fue un viaje tan sanador… La gente conocida por el camino; los lazos que se crean en apenas unos días; el contacto constante con la naturaleza; la superación física; la conexión interna; el tiempo con una misma y todo el autoconocimiento que eso trae… El Camino de Santiago nunca me había llamado la atención y sin embargo para mí fue absolutamente mágico.

No me cansaré de decir que se fue una Marta y, solo diez días después, volvió una muy distinta. Empoderada, confiada, mucho más segura de sí misma y, sobre todo, decidida a no parar de viajar a su antojo. Recuerdo perfectamente cómo en el camino de vuelta era perfectamente consciente del mundo de posibilidades que se abría ante mí. Si podía viajar sola era capaz de alcanzar muchísimas cosas que hasta el momento quedaban relegadas a la disponibilidad de otra persona que me hiciera de sostén y de catalizador. Ya me imaginaba en diferentes destinos, sin tener que depender de nadie, y a la altura de Salamanca iba, literalmente, gritando de alegría.
Sin duda, salir de casa ese miércoles, a pesar de todos los miedos que cargaba en la mochila, ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. Efectivamente, el mundo se abrió ante mí y desde entonces no he parado de viajar sola, ya no por necesidad, sino por elección, lo que lo hace aún mejor.
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