De Kalaw al lago Inle

5 Feb 2016

Escrito por

Marta

Cuando te dirigías al pequeño pueblo de Kalaw, para realizar un trekking hacia el lago Inle, ya ibas sobre aviso de que verías una de las cosas más bellas de todo Myanmar. Pero lo que no estaba escrito en ningún blog consultado, ni ningún otro viajero te había contado, es que te ibas a convertir en protagonista de la versión birmana de Verano Azul.

De Kalaw a Inle

Con Guillaume y Fanny llegas en autobús nocturno a Kalaw nada menos que a las 5 de la mañana (sí, esta es una costumbre muy birmana, poner los autobuses a una hora que haga que siempre llegues a destino en mitad de la noche…) y os metéis en una húmeda habitación de un hostel llevado por una extraña familia india. Después de descansar un rato, toca hacer los deberes, que en esta ocasión consisten en contratar un trekking durante tres días hasta llegar al lago Inle, del que todo el mundo habla maravillas. El primer contratiempo llega nada más empezar: no ha parado de llover en una semana, a pesar de, teóricamente, haber comenzado ya la temporada seca, así que todas las agencias recomiendan hacer sólo dos días, pues hay una parte del camino totalmente intransitable.

Segundo escollo: buscar más gente que incluir en el grupo para que el precio sea algo más barato. Ahí es cuando sacas tu espíritu de regateador de zoco marroquí y te lanzas a las calles de Kalaw, como si fueses un comercial de la agencia en cuestión. Y no se te debe de dar mal del todo, porque en media hora tenías un grupito de ocho la mar de apañado, dispuesto a surcar los montes birmanos que hiciesen falta, sin importar el mal tiempo, el barro o las sanguijuelas.

Trekking de Kalaw al lago Inle

Y ahí estáis los ocho, puntualmente preparados a la mañana siguiente, bien pertrechados con capas impermeables, para intentar completar los dos días de travesía hasta Inle, aunque todo el mundo en el pueblo os ha advertido que os pondréis de barro hasta las orejas. Al frente de la expedición, Aki, la jovencísima y todavía más simpática guía que os va a acompañar todo el camino. El resto del equipo lo componen una pareja francesa, dos amigas alemanas, un holandés enamorado de Barcelona, Guillaume, Fanny y tú.

Para ser sinceros, el primer día de caminata fue un desastre. No paró de llover y los senderos eran un barrizal enorme que no te dejaba avanzar, las rocas resbalaban tanto que no quedó ni uno solo sin dar con el culo en el suelo y el cielo estaba tan nublado que no se podía disfrutar de ninguna vista. Para ponerle un poco más de emoción al asunto, Aki os avisa de que hay que atravesar una zona plagada de sanguijuelas haciendo uso de un innovador método para ahuyentarlas que nadie sabe de dónde ha salido, consistente en: descalzarse, embadurnarse los pies con sal, ponerse una bolsa de plástico en cada pie, colocarse los calcetines, ponerse las botas y rociarlas con agua con sal… Ninguno del grupo había probado esta técnica antes, ni siquiera la propia Aki pero, o bien funciona a las mil maravillas, o bien no había ninguna sanguijuela en el camino, pues al final del día nadie lleva ningún bichito colgando…

El paso es tan lento que se os hace de noche por el camino y sois el último grupo en llegar al refugio, donde os alojáis en una casa típica, es decir una enorme cabaña de bambú de una sola estancia, con colchones en el suelo. Después de una reponedora ducha a base de cubazos de agua fría, te ponen por delante la mejor cena que habías visto en mucho tiempo. Limpia, con el estómago lleno y reventada por el día luchando con el barro, el colchón en el suelo es la mejor de las camas que se te puede ocurrir.

Trekking de Kalaw al lago Inle. Birmania

El segundo día ya no llueve y el monte está limpio, así que disfrutas del camino mucho más. Además de las vistas impresionantes, os metéis en un colegio que os pilla de camino, revolucionando a toda la clase; te encuentras con un árbol centenario enorme; comes todo tipo de snacks birmanos; y para protegerte del sol, dejas que te embadurnen la cara con tanaka, esa pasta amarilla echa de una raíz que en Myanmar todo el mundo lleva desde que se levanta hasta que se acuesta.

Tanaka. Birmania

Cuando por fin llegas a Inle ha terminado la caminata, pero todavía queda una de las partes más mágicas del día: atravesar el lago en barca hasta el pueblo de Nyaungshwe, dejando que el sol y el agua te salpiquen la cara, disfrutando de verdes y azules en dura competencia y cruzándote con pescadores que hacen equilibrios con sus redes mientras trabajan.

Pescador en el lago Inle, Birmania

Aún quedan más cosas por hacer en Inle. Al día siguiente, te subes junto a todo el grupo en una barcaza para explorar las maravillas que esconde el lago, incluyendo tomateras que crecen en hileras en medio del agua, un monasterio lleno de gatos donde debe comer mucha gente todos los días y señoras que hacen hilos con la fibra del loto. Son las cotidianeidades de este lago que a ti te dejan con la boca abierta.

Fibras de loto

Inle tiene tantas posibilidades que es de esos sitios donde podrías quedarte días y días sin que te pesase demasiado. Si encima encuentras un grupo tan majete como el que te tocó en el trekking, te conviertes de repente en Bea o Piraña en Verano Azul, paseando en bici durante días por los campos de los alrededores y quedando con todo el grupo al final de la tarde, para ir a cenar juntos y contar batallitas. Gracias por esos días, Inle no hubiese sido lo mismo sin vosotros.

Recuerdos del lago Inle

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