Kyaiktiyo, o dónde no ir

25 Nov 2015

Escrito por

Marta

Hay veces en los viajes que las cosas no salen bien. Hay veces que la cagas. Aunque te hayan puesto sobre aviso. Pero como tú eres más cabezota que nadie y quieres ver las cosas de primera mano, pues también terminas «cagándola de primera mano».

Que te digan varias personas que no merece la pena ir a Kyaiktiyo, que no es más que un peñasco pintado de dorado y que, encima, es caro, no es suficiente para hacerte desistir de tu idea de ver este pedrusco.

kyaiktiyo - Birmania Myanmar

En el camino desde Hpa An a Yangón está Kyaikto (pronúnciese Chatchio, para no romperse la lengua), el pueblo desde el que se accede a la roca en cuestión. Para los birmanos se trata de una de las reliquias más importantes del país, pues la piedra no sólo está suspendida desde hace siglos al filo de un precipicio, sobreviviendo a varios terremotos, sino que está coronada por una stupa que guarda un pelo del mismísimo Buda (si se juntasen todos los pelos de Buda repartidos por el mundo seguramente éste sería el hombre lobo).

Desde bien temprano te montas en el autobús que te llevará a ver tal maravilla y, una vez en Kyaikto tienes que esquivar a no sabes cuántos conductores de tuc-tuc y de moto-taxi e incluso pelearte con uno que una vez ya en marcha quiere subir el precio acordado, antes de encontrar la estación desde la que salen los sorngtaaous (conocidos por mí como sarandongos, que soy incapaz de saber cómo pronunciar tal palabreja) hacia Kipun, aldea intermedia para llegar hasta la roca dorada.  Tanto el conductor del sarandongo, como todos los amiguetes con los que está son bastante desagradables y apenas te dirigen la palabra para hacerte entender que tendrás que esperar un buen rato a que salga el siguiente.

Cuando por fin llegas a Kipun se te echan encima los cazaclientes de los dos únicos hostales que hay en la aldea. Te pasas a verlos los dos, para comparar y no sabes cuál de los dos tiene más mugre. Bueno, sí lo sabes, el primero tiene más mugre, pero el dueño del segundo de repente se arrepiente del precio que te dijo y, como ya no puede subírtelo, hace todo lo posible para que te vayas al otro, sacando toda la antipatía y desagradabilidad que se puede llevar dentro y casi empujándote fuera del hostal. Total, que terminas en el mugriento, sin saber si quiera dónde colocar la mochila y papgando un dineral comparado con el resto de sitios donde has estado.

[Aquí debería ir una imagen, pero tan requetesucio estaba que ni fotos hay…]

Después de almorzar ha llegado el momento de subir hasta la roca en un camión enorme con la parte de atrás abierta, donde va todo el mundo bien apretadito, a razón de seis personas por fila. Se va tan apretado que, aunque empieza a llover, sólo te mojas la cabeza, porque le resto del cuerpo va cachete con cachete, pechito con pechito y ombligo con combligo con el vecino. Una vez arriba, nada más bajarte del furgón, los detectores de occidentales te rodean rápidamente y te escoltan hasta la oficina de tiquets, donde tienes que pagar nada más y nada menos que seis dólares por ver este prodigio antigravitatorio.

Siguiente paso: descalzarte al pie de las escaleras de acceso a la zona de la roca, como en todos los templos y pagodas que has visitado hasta ahora, con la diferencia de que en esta ocasión aún tienes que atravesar todo un poblado para llegar hasta la milagrosa piedra. Así que ahí vas, descalcita, con el trabajo que te cuesta, con todo el suelo mojado por la lluvia, chicles pegados y hasta cagadas de perro. Todo sea por ver con tus propios ojos tamaña reliquia.

Suelo en kyaiktiyo, Birmania - Myanmar

Después de atravesar una enorme plaza, por fin la tienes delante, pero aún queda una sorpresa: las mujeres no pueden tocarla ni pegarle una hojita de pan de oro, como hacen todos los hombres, pero tampoco pueden acercase a ella, no siquiera acceder a un balconcillo que hay delante, desde donde se tiene la mejor perspectiva del equilibrismo del mineral, así que te conformas con verle el culo y hacerle una foto de medio lado… Para colmo de males, el día sigue sin abrir y todo está nublado alrededor, por lo que ni siquiera luce el dorado. Quizás demasiado tarde, pero empiezas a plantearte que quizás todas las opiniones que habías escuchado antes eran acertadas y tal vez no era necesario pasar por Kyaiktiyo…

Para intentar sacarle algo de jugo a la experiencia paseas un poco por el pueblecito que hay en la ladera de la montaña, prácticamente a base de chabolas, y esto te gusta un poco más, porque te mezclas entre gente preparando la cena y novicios que juegan al fútbol. En realidad el pueblo entero bulle de actividad y todo está en construcción. Hay obreros por todas partes que acarrean sacos, mezclan cemento, limpian, pintan y dan esplendor. Todo, para mantener este centro de peregrinaje a punto para los miles de fieles que lo visitan.

pueblo de Kyaiktiyo en Birmania - Myanmar
trabajando en Kyaiktiyo Birmania

Como experiencia mística debe de estar bien pero, si te falta la vertiente religiosa, tienes poco más que hacer aquí, así que pillas de nuevo el furgón de bajada a Kipún, donde te duchas en tu mugriento hotel, sales a cenar algo y te quedas en la recepción todo el tiempo que puedes, escribiendo algún post para el blog, para retrasar en lo posible el momento de irte a la habitación y meterte en esa cama. Después, entras en un estado de duermevela, prometiéndote que la próxima vez harás más caso a los que ya tropezaron con la misma piedra antes que tú.

Kyaiktiyo Birmania Myanmar

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